ENTREVISTA A LINKIN PARK

jueves, 7 de junio de 2007

Linkin Park: Segunda vida

Linkin Park se convirtió en la banda más importante de Estados Unidos, refiriéndose en sus canciones a la vida secreta de un joven estadounidense y… uhmm… rapeando. ¿Qué pasa entonces cuando ellos deciden dejar todo esto atrás?

Blender, Junio 2007.

La primera vez que nos reunimos con Chester Bennington, él estaba atacando a Mike Shinoda con una espada. No cualquier espada tampoco. Era una katana – una antigua máquina asesina japonesa muy eficiente, el arma elegida por innumerables generaciones de samurai y por una de las Tortugas Ninja. Por suerte, ésta era de plástico. Además no le pertenece a Bennington técnicamente, sino a la compañía GameWorks, quienes la presentan en su sala de juegos de Long Beach, California. Sin embargo, el que sea plástica no hace parecer a Bennington menos letal al lanzar una estocada hacia el cielo, preparándose para batallar. “¡Toma, poseedor de la luz!”, grita recitando lo escrito en el papiro (osea, las intrucciones) ubicado frente al set de juegos, “¡y limpia la tierra sacando a los demonios de ella!”

Chester Bennington, 31 años, cantante principal de esta banda de rock icónica que es Linkin Park, ha tenido que batallar en su vida a sus propios demonios, pero por el momento, él está más que nada preocupado de alcanzar el mayor puntaje posible en los juegos de video. Él y su compañero de banda, Shinoda, se lucen frente a las cámaras de Blender arreglándoselas para pasar por hockey, pesca, Rueda de la Fortuna y Dance Dance Revolution, un juego a la vez. Hasta ahora la única decepción ha sido Downhill Bikers, un simulador de BMX que requiere – obvio – pedalear. “Esto apesta”, dice Bennington mientras se seca el sudor de la frente. “No es necesario usar las señales intermitentes en el juego de Ferrari, ¿sabías?”

Después de ir mano a mano durante algunos rounds de Vortek, el cual es un juego de disparos en realidad virtual cuyos cascos insectoides negros con dorado hacen que Shinoda llame al juego “Avispas Asesinas”. Él y Bennington corren hacia el mostrador donde se canjean los tickets, para recibir sus premios. “Lo están pasando de lo mejor”, dice su encargado de seguridad, Gran Tom. Cuando vuelven, cada uno trae un montón de juguetes Airheads y gomitas ácidas Sour Punch Twists además de sus grandes sonrisas de oreja a oreja.

“¿Así que lo están pasando bien?”, les preguntamos

“Amigo,” dice Shinoda efusivamente, “¡es como volver a tener 13 años!”

Para muchos de sus fans, los miembros de Linkin Park nunca han dejado de tener 13 años; lo cual es parte de lo que los ha hecho ser tan exitosos. Estos músicos de Los Ángeles debutaron hace siete años con Hybrid Theory, una producción realizada en Pro Tools, la cual es una explosión de agro-metal y rimas, con una precisión apropiada para destacar en los X Games. Bennington gritando, mientras Shinoda estremecía el micrófono y los demás integrantes de la banda – Brad Delson, guitarrista; Rob Bourdon, baterista; Dave “Phoenix” Farrell, bajista y el DJ Joe Hahn – hicieron su mejor esfuerzo para armar un infierno. Esto se convirtió en el álbum de rock más vendido del año 2001 (superando a Jay-Z, N*Sync y Britney Spears) y desde entonces ha vendido más de 9 millones de copias.

Parte del encanto de la banda es su actitud infantil y accesible, lo cual podría hacer que incluso a las chicas les gusten estos gritones del nü-metal. Linkin Park lo ha hecho muy bien desde el furor alcanzado con Hybrid Theory y el álbum que le siguió el 2003, Meteora, el cual ha alcanzado 5 veces disco de platino. Ellos han sido menos misóginos y machistas que, por ejemplo, Limp Bizkit (nunca verás a LP usando la palabra “nookie” [sexo]) y son además lo suficientemente agradables ante las mamás como para ponerlos en la radio del auto de camino a practicar deportes (nunca dijeron groserías en esos discos), pero mayormente ellos triunfaron por lograr canalizar los dolores y sufrimientos peculiares de los adolescentes. Bennington, quien ha confesado ser un nerd que usaba lentes y le gustan los dragones, representa a los marginados sociales, mientras que sus canciones (a las que su antiguo productor llamaba “música pobrecito yo”), son prácticamente escritas por los mismos adolescentes: chillonas, confundidas, solitarias, petulantes y fuertes.

“Definitivamente esos álbumes eran un tanto inmaduros”, dice Bennington mientras se devora un trozo de pizza con salame en el café de GameWorks. “Toma por ejemplo ‘One Step Closer’, todo el mensaje de esa canción es ‘no me gusta lo que dices, así que me va a dar un ataque de ira y voy a empezar a gritar. Yo me he sentido así un millón de veces, pero llega un punto en el que hay que madurar”.

Así es, denle la bienvenida al Linkin Park maduro. Todos, excepto Bourdon, ya tienen 30 años y están casados; Bennington tiene 4 hijos y Farrell acaba de ser padre de una bebita. Ahora ya están listos para reinventarse, dejar de lado lo infantil, expandir sus ambiciones y unirse al panteón de grandes artistas. Y sí, ellos se dan cuenta (o casi) de lo ridículo que esto suena.

“Quizás estamos locos,” dice Shinoda, “pero estamos listos para entrar en la siguiente fase”. Pausa. “Al menos eso espero. Si no es así, entonces algo ha salido muy mal”.

Para ser un grupo que ha vendido más álbumes que Cristina Aguilera o Nickelback, Linkin Park habla como los menos privilegiados. Bennington se queja de las bandas más de moda, que preferirían tocar “frente a 5000 ***** personas” en vez de compartir una factura diez veces más grande y Shinoda parece complacerse particularmente al hablar mal acerca de los críticos, quienes generalmente se sienten felices de hacerle lo mismo. Es una rara mezcla de gran auto-confianza y duda neurótica.

Es mejor ni siquiera mencionarles la palabra que empieza con “n”…

“Yo ***** odio el nü-metal,” dice Bennington, “nunca me gustó ninguna de esas bandas. Ni siquiera aquellas de las que éramos amigos”.

Shinoda mayormente está de acuerdo. “Yo no odio el nü-metal per se, sólo odio que nos llamen nü-metal. Incluso la palabra es estúpida, con las ***** diéresis esas. Nunca fuimos parte de ese género. No nos interesaba serlo. Era muy molesto que la gente nos etiquetara de esa manera: nü-metal, rap-metal, lo que sea”.

Blender les sugiere que si no querían que los llamaran rap-metal, quizás no debieron, tú sabes, tocar acordes heavy-metal y rapear sobre ellos.

Shinoda suspira. “Admito que en el pasado, de cierta forma, pedimos que nos llamaran así. Pero ya hemos experimentado con cada centímetro posible de ese sonido. Ya no hay nada más que podamos hacer con él, así que seguimos avanzando”.

Les preguntamos quienes son sus pares hoy en día, si es que no lo son Slipknot y Papa Roach.

“Esa pregunta es totalmente injusta,” dice Shinoda, “porque si decimos que no tenemos pares…”

¿Entonces no tienen pares?

Shinoda reclina su asiento. “Esta vez paso”.

“Yo respondo,” dice Bennington, “no me asusta. Mira, nosotros siempre hemos pensado que podríamos tocar con quien sea. Para mí, las grandes bandas son aquellas con las que se compara a las demás bandas. Aquellas bandas que, aunque alguien más haga un buen disco, la gente dice ‘Suena como The Beatles’ o ‘Suena como U2’. Ese es el tipo de banda que quiero que seamos”.

Linkin Park ha estado sumergiéndose en estas aguas por un buen tiempo. ¿Recuerdan su reinterpretación del clásico de The Beatles, “Yesterday”, presentada en vivo en los premios Grammy del 2006 con Sir Paul McCartney? El guitarrista Brad Delson recuerda haber pensado en ese momento: “Potencialmente, estamos arruinando la canción más sagrada de la música pop occidental. Es más que valiente. Es la peor idea que he tenido en mi vida”. Luego de esto vino su firme negativa, hasta fines del año pasado, de permitir la venta de sus canciones por iTunes, una jugada que los alineó con bandas tan importantes como Radiohead, Led Zeppelin y, sí, The Beatles. Una compañía bastante inusual para una banda que ha compartido el escenario con Crazy Town. “Yo sé que suena anticuado, pero yo siempre he pensado que nuestros discos debieran presentarse como trabajos artísticos unificados,” dice Shinoda, “dividirlos sería como…” (Se encoge de hombros) “¿Quién sabe? Quizás sólo lo hicimos para estar acompañados de esas otras bandas”.

Su ambición fue puesta a prueba por primera vez a principios del año pasado, cuando empezaron a grabar su tercer disco “Minutes to Midnight” (Shinoda dice bromeando que pensaron llamarlo “Minutes Midnight”), con el sensei del rock and roll Rick Rubin. Linkin Park siempre ha sido conocido por su exhaustivo perfeccionismo: Bennington y Shinoda una vez escribieron 40 coros diferentes para una misma canción y para “Minutes…” escribieron cerca de 150 canciones. “Creo que somos un poco masoquistas,” dice Delson, “pero esto fue totalmente distinto”.

“La teoría de Rick es que tenemos que probarlo todo,” explica Shinoda, “cada ***** cosa. Luego de que lo hemos probado, hay que cambiarlo y luego tenemos que cambiar eso”. Su voz siguiere tanto asombro como exasperación.

La banda pasó cerca de 18 meses reunidos en la mansión Laurel Canyon de Rick, grabando miles y miles de tomas y fallando todos los plazos impuestos por su disquera. “No todos son como Bob Ross,” dice Bennington, “no se puede pintar una obra maestra en 25 minutos”. Su estricta igualdad, en la que LP opera como una democracia en la que todos sus miembros tienen derecho a realizar prohibiciones (Bennington dice “la barba de Rick también tenía derecho a voto, pero la boicoteamos”) los condujo a pasar por algunos momentos tensos. Bourdon, por ejemplo, casi sufrió un colapso nervioso cuando Rubin descartó una pista de batería que había estado perfeccionando durante unas 100 horas, trabajando sobre los demos de seis meses atrás. “No soy un tipo violento, así que no me dieron ganas de pegarle,” dice el baterista, “pero si no hubiese sido Rick Rubin…”

Mientras tanto, Bennington también lo estaba pasando bastante mal. El año anterior, se había divorciado de quien fuera su esposa durante casi una década y con quien tuvo un hijo (ahora de 5 años) llamado Draven. Se conocieron a principios de 1996, cuando Samantha fue a almorzar en el Burger King donde Chester trabajaba en ese entonces, a los 20 años de edad. Cuando se casaron ese año en Halloween, no tenían suficiente dinero como para comprar anillos de compromiso. Por esto, un amigo les tatuó los anillos en su lugar. La tinta sigue estando allí; el cariño, no tanto.

“No voy a decir que toda la experiencia fuera horrible,” dice Bennington, “pero fue bastante mala. Sacó a relucir lo peor de nosotros. Fue como tirarle agua a un combustible incendiado”.

El divorcio se concretó en mayo de 2005. En diciembre de ese mismo año, Bennington se casó con la ex modelo Playboy, Talinda Bentley. Tres meses más tarde ella dio a luz al hijo de ambos, Tyler. “Suena sospechoso,” dice él, “pero yo no estaba teniendo una aventura con ella. Sucedió así: conocí a Talinda en una fiesta y pensé ‘Oh, Dios mío, realmente yo podría ser feliz’ entonces fui a casa y me separé de mi esposa.

El primer sencillo del nuevo álbum, “What I’ve Done”, es una cuenta de sucesos personales, que se origina tanto en el caos del final de su relación como en su historia de abuso de drogas. Bennington pasó gran parte de su adolescencia adicto a la cocaína y las metaanfetaminas, además de admitir que consumió opio, ácido y crack.

“He tomado decisiones muy equivocadas en mi vida,” dice Bennington, “y llegué a un punto en el que me di cuenta de que soy un tonto. Así que esta canción se trata de admitir ‘¿sabes qué? Soy yo’”. Se rie. “Supongo que eso viene con la madurez”.

El título de Minutes to Midnight hace referencia al Doomsday Clock (reloj del día del juicio final), un conteo metafórico que indica lo cerca que está el mundo del armagedón nuclear. Este álbum está lleno de un nuevo sentido de conciencia personal. Varias de sus canciones llegaron más allá de las paredes de una habitación y alcanzaron el mundo. “No More Sorrow” golpea a los “ladrones” y a los “hipócritas” que han conseguido ganancias producto de la guerra en Irak y “The Little Things Give You Away” es una aguda crítica a la pésima labor del gobierno estadounidense ante el Huracán Katrina. La música, mientras tanto, es un despliegue esquizofrénico de guitarras acústicas, marimbas, mellotrones e incluso banjos – además de, sí, mucho rock – con apenas unos pocos scratch de tornamesa. Oh, y sólo dos canciones tienen rap.

“Teníamos algo que funcionaba realmente muy bien,” dice Shinoda refiriéndose al sonido de la banda en sus álbumes anteriores, “y abandonar esto nos asusta, porque ¿qué nos quedaba por hacer que pudiera ser mejor? Luego de fallar en muchos experimentos y arruinar un montón de cosas, finalmente nos dimos cuenta ‘Ok, este es el nuevo sonido de nuestra banda’”.

Hace algunos meses, Mike Shinoda cumplió 30 años. Los celebró llevando a sus amigos al centro de juegos LaserQuest más cercano, donde debieron usar chalecos protectores y disparar rayos láser infrarrojos a un grupo de niños de 10 años. “Fue genial,” dice. “Nos patearon el trasero”.

Después de la fiesta, Shinoda escuchaba a unos de sus amigos (quien no está en la banda de rock más popular de América) hablar acerca de su propia experiencia al alcanzar los 30 años, lo que lo tenía “un poco desanimado”.

“Yo le pregunté ‘¿Por qué estás desanimado?’”, dice Shinoda. “’Estás trabajando, tienes una novia genial, las cosas están muy bien’. Él me respondió ‘Bueno, sí… pero no he alcanzado lo que me había propuesto a estas alturas de mi vida’”.

Tras esto, Shinoda adopta una actitud de falsa solemnidad, poniéndose serio y arrugando la frente. “Yo le dije, ’Sí, te entiendo’”. Sacude la cabeza. “’Yo tampoco’”.

Bennington, sentado a su lado, explota en risa. “¿Y qué te dijo?”

En este punto Shinoda – estrella de rock internacional y recientemente convertido en un adulto maduro – comienza a reír de manera traviesa. “¡Me golpeó!”

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